viernes, 15 de mayo de 2009

CERRADO POR DERRIBO

A veces tenemos que aceptar el destino.

VII

Tú,
hombre-nombre,
críptico gemido,
conjuro expansivo
que forma tu ser.

II

Mirada,
rodéame despacio,
me da miedo el acecho,
lo oblicuo
ciega al animal.

EL FAUNO

Giro y giro sobre mi propio eje. Sólo busco un olor conocido, una textura, algo donde encontrar un refugio en la confusión.
Y donde había tierra firme, ahora hay lodo que se pega a mis recuerdos.
El Fauno se encontraba recostado sobre el verde césped acariciado displicentemente su maravilloso y perfecto pené erecto.
Sonreía orgulloso recordando a las ninfas, que entre regaños y murmullos caían seducidas ante el furor que provocaba su destreza para atraparlas de sus caderas y besar sus pezones, mientras sus manos ágiles acariciaban sus redondos muslos hasta que, cediendo, abrían sus piernas para que el pené del Fauno frotara una y otra vez el surco de sus vaginas provocando en ellas el más gozoso placer.
Su vida era tan maravillosa, todo parecía perfecto, pero un cruel y nefasto día, llevado por su lujuria, no hizo caso a la orden del Dios Apolo que le había prohibido seducir a una vestal que cuidaba su templo, y esa misma noche, el Dios hizo desaparecer a todas las ninfas, y surgió de las entrañas de la tierra una giganta.
El fauno se atemorizó y corrió a esconderse, pero el Dios Apolo le ordenó que saliera y recibiera a la giganta como su única compañera, y pobre de él que intentara dejarla, porque entonces el castigo que le mandaría sería terrible.
El fauno se preguntaba qué iba a hacer él con la giganta, con las ninfas era diferente, pero una giganta tiene una vagina del tamaño del volcán del Dios Hefesto. Cómo apagaría el fuego de la giganta, si su pené ante ella era del tamaño de una bellota. Y así, el Fauno pasaba sus días frotando su pené entristecido. La giganta, resignada a su suerte, se dedicó a cultivar flores para elaborar perfumes que alegraran sus aletargados días. Cuando ella iba al arroyo por agua, veía reflejada en el espejo acuoso su hermoso cuerpo, y se preguntaba: ¿cuándo llegaría un gigante que la sacara de ese castigo que no merecía?
Los dos, día a día, se veían sin saber que decirse, hasta que el Fauno le dijo a la Giganta que le encantaba el olor de sus perfumes. Ella, agradecida, le acaricio con su dedo meñique el cabello al Fauno.
Y ese día, por primera vez, el Fauno y la Giganta durmieron juntos.
Pronto llegaría la primavera, y el Fauno ayudó a la Giganta a cultivar las flores para hacer los perfumes. Después, en otoño, rasgaban los troncos de los árboles para recoger la sabia con los que harían las esencias de invierno.
Así llenaron su vida; hasta que un día la Diosa Afrodita, que pasaba cerca del bosque, percibió el más exquisito aroma, y llegando hasta donde estaba el olor se encontró con la giganta y el fauno y les dijo: Este es el perfume más hermoso que he conocido, quiero que me enseñen como hacerlo, y a cambio yo les daré lo que deseen.
El Fauno y la Giganta, temerosos de recibir un castigo de la Diosa Afrodita, decidieron darle la fórmula. La Diosa contentísima les dijo que le pidieran lo que quisieran.
Ellos miraron su hermoso jardín de flores cultivadas, pero al mismo tiempo el Fauno deseó el retorno de las ninfas, y la giganta se imaginó el amor de un hermoso gigante que apagaría su furor y deseo de amar.
Afrodita, que tiene el poder de saber lo que imaginan los demás, al momento supo lo que deseaban, e hizo aparecer a un hermoso gigante que tomó la mano de la giganta.
La giganta estaba tan emocionada que no se dio cuenta de la forma tan triste como la miraba el Fauno. Afrodita, miró al Fauno, e inmediatamente hizo surgir del fondo del arroyo más próximo, cientos de hermosas ninfas que rodearon jubilosas al Fauno. Inmediatamente el pené del Fauno se irguió poderoso, viril, y sintiendo el impulso incontrolable de su lujuria salió corriendo tras las ninfas.
Y así el río siempre retoma a su cauce natural. Pero algunas noches mientras el fauno duerme satisfecho entre las ninfas, y la giganta duerme complacida junto a su gigante, se sueñan, y de todo su cuerpo exhala el hermoso perfume que crearon juntos.