miércoles, 20 de mayo de 2009

Circo Beat video clip fito paez

LA HISTORIA DE LA BELLEZA (Dramaturgia)

De Magda González

La historia de la belleza
de los pies a la cabeza
Hoy les vamos a enseñar
Frente a usted
Y sin pensarlo
Hoy vamos a desnudar
Sin prejuicios y pudores
Que olvidando los temores
De la grasa el pecado original.

No queremos engañarlos
Con la belleza espiritual
Esas son puras patrañas
Ya conocemos las mañas
De los hipócritas del bla bla bla
Pues lo mas importante es
Lo que ustedes puedan ver
Y sus manos tentonear.

Oh,oh, oh, que piel tan suavecita
Que nalguitas tan bonitas
Y esa barba de candado
Enmarcando aquella boca
Que puros besos provoca
Y a mi hormona vuelve loca
Oca, oca, oca.

La historia de la belleza
Puede ser una rareza
Pero ya saben amigos
Fotografías, prohibidas
Para que gastar su flash
En estas idioteces
Que ahora vamos a empezar
Con cinismo sin igual
Sólo por baquetonear.








CUADRO I UNA CORONA PARA DOS

Personajes:

ACTRIZ 1

LUIS XIV, Rey de Francia.

AFRODITA, desnuda, carga una enorme concha que usa para cubrirse cuando quiere y donde le da la gana. Lleva una corona sobre la cabeza.

ENTRA ACTRIZ 1

Voces fuera

Luis XIV.- ¡Esto no pude ser, soy Luis XIV, Rey de Francia!

Afrodita.- ¡Tú eres un idiota, date cuenta! Soy Afrodita, la inmortal diosa griega de la belleza.

Luis XIV.- Por muy Diosa, muy inmortal y muy griega que seas tienes que entregarme esa corona, ¡es mía!

Afrodita.- ¡Ni con la fuerza de todos tus ejércitos me la podrás quitar!

Actriz 1.- Así tienen tres días peleando. El palacio real ya parece un basurero con tantas cosas que han roto. Son un par de soberbios insoportables. Los dizque muy hermosos le pidieron a Molière, el gran comediógrafo de esta corte, que decidiera cual de los dos merecía la corona de la belleza.
Pobre Molière, entre la obediencia a su rey o su adoración a la Diosa griega en que problemon se ha metido; pero como dicen: jalan más dos tetas que una yunta de carreta, y termino dándole la corona a la Diosa.
Ahora Afrodita se rehúsa a irse de este reino hasta que el Rey le rinda homenaje a su belleza, y por supuesto el Rey lo único que quiere es que la Diosa reconozca que él es el verdadero merecedor de la corona. Y ahí los tienen metidos en un pleito sin fin... pero creo que ahí viene el Rey y como yo no compro problemas ajenos ahí se los dejo.

SALE ACTRIZ 1. ENTRA LUIS XIV (ACTOR 1).

Luis XIV.- Ese estúpido de Molière como se atreve. Es el idiota más idiota que he conocido. O tal vez el idiota soy yo por tenerlo en mi corte. No, yo soy Luis XIV, el Rey Sol, dueño absoluto de toda Francia. ¿Y tú, que no piensas salir?

Afrodita.- (Fuera) Si me sigues gritando así, claro que no.

Luis XIV.- Lo que tengo que soportar por culpa de una mujer.

ENTRA AFRODITA (ACTRIZ 2).

Afrodita.- No soy una mujer, soy una Diosa inmortal.

Luis XIV.- Será un molusco en su concha.

Afrodita.- No que muy Rey, no que muy sol, pelado y rencoroso. Yo que culpa tengo que tu súbdito me haya entregado a mí la corona de la belleza.

Luis XVI.- Lo voy a mandar apalear. Yo soy la hermosura, la sapiencia, la estrategia, todos me deben rendir homenaje.

Afrodita.- Eres un pobre hombre como cualquiera de estos que están aquí, fatuo y vanidoso. Claro que ellos no usan peluca, maquillaje, tacones y medias.

Luis XVI.- Eso es lo que tu crees.

Afrodita.- Bueno, si nos fuéramos al siglo XXI y así lo hicieran, les llamarían mariquitas, jotitos, transvestí, drag-queen, etc., etc., etc.

Luis XIV.- Pero no estamos en el XXI sino en el XVII, y aquí la moda la impongo yo. Lo que sucede Afrodita es que me tienes envidia porque tu sólo eres una Diosa legendaria que ya hueles a rancio. Bueno, más bien a pescado, con eso que saliste del mar.

Afrodita.- No te creas tanto reyezuelo, que más hermosos que tú han muerto por mis encantos.

Luis XIV.- Esa no es ninguna gracia si andas en cueros, mira nomás, ni para comprarte un trapo tienes, ¿qué clase de diosa eres?

Afrodita.- La diosa de la belleza, aunque te duela, reyezuelo de pacotilla.

Luis XIV.- Pues yo, así como me ves, tengo a todo un pueblo a mis pies.

Afrodita.- Ni que fueras dama de la caridad, ¿o qué, también repartes tamales en año nuevo y navidad?

Luis XIV.- No, pero eso sí, doy cada año los descuentos de predial.

Afrodita.- Como Ernesto Gándara Camou.

Luis XIV.- ¿Y esa quien es?

Afrodita.- El Presidente Municipal de Hermosillo.

Luis XIV.- Shhhh, con él no te metas, que nos puede mandar cerrar este local.

Afrodita.- Pero ¿Por qué?

Luis XIV.- Pues porque andas de inmoral, tápate te digo. ¡ Pero ya basta de tus tonterías! Afrodita, entrégame esa corona, sabes muy bien que yo la merezco.

Afrodita.- Eres insoportable, tu vanidad no te deja ver mi hermosura, o qué ¿de verdad no te gustan las mujeres?

Luis XIV.- Crees que no lo había pensado, supongo que sí. Pero hasta ahora no he encontrado una mujer con mas encantos que yo, soy tan guapo.
Soy un hombre excepcional
Con perfección natural
Porque además de ser cuero
Tengo poder y dinero.
Las mujeres me persiguen
Soy el ídolo del pueblo.
El ejemplo de los hombres
Y si no lo quieres creer
Pregúntale a Eduardo,
A Calderón o a Andrés Manuel.
Miren a mi alrededor
Todos imitan al rey.

Afrodita.- Para mi eres el ser más feo y estrafalario del mundo.

Luis XIV.- ¡Qué, insensata, no sabes lo que dices!

Afrodita.- Nunca podría enamorarme de un hombre como tú.

Luis XIV.- Yo no soy un hombre.

Afrodita.- (Irónica) Eso ya lo sé.

Luis XIV.- ¡Soy el Rey Sol! ¡Afrodita, te ordeno que te enamores de mi!

Afrodita.- No y no, ni aunque me cantes la incondicional. Tu no llenas mis estándares de belleza. Eres feo, artificial. Mira:

Peluca en lugar de pelo
Medias que cuidan con celo
Las varices que has de tener.
Maquillajes a granel
Para que no puedan ver
Las cicatrices de tu piel.
Y tu traje que es un homenaje
A la jotería de este mundo gay.

Luis XIV.- (Furioso)Ahora sí te voy a mandar a hacer trocitos para que mis guardias te sirvan en cóctel.

Afrodita.- Tu que te atreves a ordenar eso y voy y te demando al Instituto Mexicano de la Mujer.

EMPIEZAN UNA CORRETIZA POR QUIEN SE QUEDA CON LA CORONA, COMENTARIOS AL LIBITUM, HASTA QUE LUIS XIV LE QUITA LA CORONA A AFRODITA.
ENTRA ACTRIZ 1 QUITÁNDOLES LA CORONA DE LAS MANOS A LUIS XIV.

Actriz 1.- ¡Alto ahí! Señora, lamento informarle que Molière, nuestro gran comediógrafo, a cambiado de opinión.

Afrodita.- ¡Qué!

Luis XIV.- Hasta que ese hombre ha entrado en razón. ¡Entrégame la corona criatura del escenario!

Actriz.- ¡Claro que no! Monsieur Molière en vista del gran escándalo que han armado ha decidido darle la corona a Felipillo y Albita.

Luis XIV.- ¿Y esos quiénes son?

Afrodita.- Creo que un dúo vernáculo.

Actriz 1.- (Escandalizada) ¡Eh, eh,eh... es el presi de México y Alba Esther Gordilla, la lidereza del SENTE !

Luis XIV.- ¡Traición, traición al Rey!

Afrodita.- ¡Que traición ni que nada, fraude, fraude, exigimos una revisión electoral!

Luis XIV.- Dile a ese idiota de Molière que lo voy a mandar decapitar.

Actriz.- Eso si lo encuentran, porque ese buey ya se les pelo.

Luis XIV.- Te ordeno que nos digas donde esta.

Actriz 1.- Eso es un secret.

Afrodita.- Dinos que le ofrecieron, nosotros le damos el doble.

Actriz 1.- Nada más y nada menos que un permiso de alcoholes con todo y local.

Afrodita.- ¡Mi madre en escabeche! Eso sí que no se puede, tendría que ser diputada o prima de ya sabes quién.

Luis XIV.- Imposible, con lo caro que esta el permiso, y las mordidas ni se diga, tendría que entregar todo mi reino.

Actriz 1.- Bueno feitos arre vua, o se a se, ahí nos vemos.

SALE ACTRIZ 1

Luis XIV.- Te digo, ya no se puede confiar en nadie.

Afrodita.- Hacerte esto a ti, al Rey sol, que iluminas el universo con tu galanura de encajes, peluca y tacón.

Luis XIV.- Y a ti, tan encantadora diosa mitológica, con tan hermosa conchita y otras cositas también redonditas.

Afrodita.- ¿Entonces, me consideras bonita?

Luis XIV.- Tan bonita como yo.

Luis XIV.- Bonita como aquellos juguetes
que yo tuve en los días infantiles de ayer.

Afrodita.- Bonito como el beso robado
como el llanto llorado por un hondo placer.

Luis XIV.- La sinceridad de tu espejo fiel puso vanidad en ti
Afrodita .- sabes mi ansiedad y haces un placer
Los dos .- de las penas que tu orgullo forja para mi.
Bonita, bonito, haz pedazos tu espejo
para ver si así dejo de sufrir tu altivez.
Bonita, Bonito.


SALEN AFRODITA Y LUIS XIV. ENTRA ACTRIZ 1.

Actriz 1.- Y vivieron felices para siempre. Ahora el problema lo sigue teniendo Molière porque se ha armado tremendo zafarrancho por los rumbos de los pinos y el sindicato, y todo por culpa de la mentada corona. Aunque ya se esta buscando la solución en la cámara de diputados: o se pone en medio un puente de transito entre el edifio de los pinos y el sindicato, o se manda de regalo pál los yunaite esteis. Ver para creer.
FIN DEL PRIMER CUADRO

viernes, 15 de mayo de 2009

CERRADO POR DERRIBO

A veces tenemos que aceptar el destino.

VII

Tú,
hombre-nombre,
críptico gemido,
conjuro expansivo
que forma tu ser.

II

Mirada,
rodéame despacio,
me da miedo el acecho,
lo oblicuo
ciega al animal.

EL FAUNO

Giro y giro sobre mi propio eje. Sólo busco un olor conocido, una textura, algo donde encontrar un refugio en la confusión.
Y donde había tierra firme, ahora hay lodo que se pega a mis recuerdos.
El Fauno se encontraba recostado sobre el verde césped acariciado displicentemente su maravilloso y perfecto pené erecto.
Sonreía orgulloso recordando a las ninfas, que entre regaños y murmullos caían seducidas ante el furor que provocaba su destreza para atraparlas de sus caderas y besar sus pezones, mientras sus manos ágiles acariciaban sus redondos muslos hasta que, cediendo, abrían sus piernas para que el pené del Fauno frotara una y otra vez el surco de sus vaginas provocando en ellas el más gozoso placer.
Su vida era tan maravillosa, todo parecía perfecto, pero un cruel y nefasto día, llevado por su lujuria, no hizo caso a la orden del Dios Apolo que le había prohibido seducir a una vestal que cuidaba su templo, y esa misma noche, el Dios hizo desaparecer a todas las ninfas, y surgió de las entrañas de la tierra una giganta.
El fauno se atemorizó y corrió a esconderse, pero el Dios Apolo le ordenó que saliera y recibiera a la giganta como su única compañera, y pobre de él que intentara dejarla, porque entonces el castigo que le mandaría sería terrible.
El fauno se preguntaba qué iba a hacer él con la giganta, con las ninfas era diferente, pero una giganta tiene una vagina del tamaño del volcán del Dios Hefesto. Cómo apagaría el fuego de la giganta, si su pené ante ella era del tamaño de una bellota. Y así, el Fauno pasaba sus días frotando su pené entristecido. La giganta, resignada a su suerte, se dedicó a cultivar flores para elaborar perfumes que alegraran sus aletargados días. Cuando ella iba al arroyo por agua, veía reflejada en el espejo acuoso su hermoso cuerpo, y se preguntaba: ¿cuándo llegaría un gigante que la sacara de ese castigo que no merecía?
Los dos, día a día, se veían sin saber que decirse, hasta que el Fauno le dijo a la Giganta que le encantaba el olor de sus perfumes. Ella, agradecida, le acaricio con su dedo meñique el cabello al Fauno.
Y ese día, por primera vez, el Fauno y la Giganta durmieron juntos.
Pronto llegaría la primavera, y el Fauno ayudó a la Giganta a cultivar las flores para hacer los perfumes. Después, en otoño, rasgaban los troncos de los árboles para recoger la sabia con los que harían las esencias de invierno.
Así llenaron su vida; hasta que un día la Diosa Afrodita, que pasaba cerca del bosque, percibió el más exquisito aroma, y llegando hasta donde estaba el olor se encontró con la giganta y el fauno y les dijo: Este es el perfume más hermoso que he conocido, quiero que me enseñen como hacerlo, y a cambio yo les daré lo que deseen.
El Fauno y la Giganta, temerosos de recibir un castigo de la Diosa Afrodita, decidieron darle la fórmula. La Diosa contentísima les dijo que le pidieran lo que quisieran.
Ellos miraron su hermoso jardín de flores cultivadas, pero al mismo tiempo el Fauno deseó el retorno de las ninfas, y la giganta se imaginó el amor de un hermoso gigante que apagaría su furor y deseo de amar.
Afrodita, que tiene el poder de saber lo que imaginan los demás, al momento supo lo que deseaban, e hizo aparecer a un hermoso gigante que tomó la mano de la giganta.
La giganta estaba tan emocionada que no se dio cuenta de la forma tan triste como la miraba el Fauno. Afrodita, miró al Fauno, e inmediatamente hizo surgir del fondo del arroyo más próximo, cientos de hermosas ninfas que rodearon jubilosas al Fauno. Inmediatamente el pené del Fauno se irguió poderoso, viril, y sintiendo el impulso incontrolable de su lujuria salió corriendo tras las ninfas.
Y así el río siempre retoma a su cauce natural. Pero algunas noches mientras el fauno duerme satisfecho entre las ninfas, y la giganta duerme complacida junto a su gigante, se sueñan, y de todo su cuerpo exhala el hermoso perfume que crearon juntos.

martes, 12 de mayo de 2009

Ya No Sé Que Hacer Conmigo - Cuarteto de Nos

LA NOCHE DE MATILDA ESQUER (Novela en construcción)

CAPÍTULO IV
Matilda entró al bar. Tenía dos días de haber llegado a la ciudad. Se había quedado en casa de una amiga, pro ella sabía que sólo podía quedarse unos días más porque, al parecer, su presencia en la casa no le gustaba mucho a la suegra de su amiga. Pero, total, ya era bastante la ayuda que le había brindado.
Venía toda sudorosa, porque afuera esta haciendo un calor endemoniado. Sólo a ella se le pudo haber ocurrido venirse a la ciudad en agosto, pero era ahora o nunca. ¿Qué iba a hacer ella en la casa de Kino Viejo? No, Matilda quería hacer un verdadero cambio, agarró los pocos pesos que le quedaban, y le dijo a la tía Remedios que rentara la casa. Le aviso a Teresa que dejaba el puesto, pero que mientras lo iba a atender la tía Remedios, no más para que no se molestara Doña Dulce, ya que a ella no le gustaba dejar tirados sus compromisos, pero era urgente irse para la ciudad.
Cuando Matilda guardaba sus cosas en una maleta y una caja de cartón, se preguntaba ¿Por qué se iba? En realidad, nadie la esperaba en la ciudad, ni tampoco tenía trabajo allá. Pero algo muy dentro la impulsaba a irse, así como cuando las olas arrojan lo que no quieren fuera del mar. A la mejor Kino Viejo no la quería ahí, de otra forma ella estaría conforme. Ella tiene un trabajo, que mal que bien la mantiene, tiene casa propia, a su tía Remedios… pero lo que no tiene es a ella. La tía Remedios dice que cuando uno encuentra a su hombre, uno se queda donde se queda ese hombre, y si él se quiere ir, una lo sigue, por eso ella se hizo vieja ahí en Kino Viejo, junto al tío Pedro. El tío hace años que murió, pero la tía Remedios no se quiere ir de Kino Viejo; eso que tiene cuñadas en Alamos que viven de empacar conservas de frutas, la invitan a irse, pero ella no quiere.
Tal vez la tía Remedios ya se encontró aquí, en Kino Viejo. Matilda, no. Ella sabía que para encontrarse, primero tenía que irse, a qué, no lo sabía, pero no era un hombre, era algo más. Ella ya había tenido un hombre y se fue, y la verdad no le dieron ganas de seguirlo. Cuando lo vio irse en el camión no sintió nada, sólo como si su cuerpo se aligerara. Le deseo suerte. Cada quien debe vivir su vida con alegría, y Matilda sabía, que con ese hombre que se fue, no. El también se andaba buscando, por eso se vino a la pizca hasta acá, hasta el campo, desde Michoacán, y no encontró nada. No sé que se vino a buscar, si en su pueblo había muchas mariposas monarcas. Ya no volvió a saber nada de él, aunque le prometió que le iba a escribir cuando cruzara la frontera, pero ya nunca le escribió. No, no coincidieron.
Al cerrar la puerta de su casa, sintió una gran alegría, pero al mismo tiempo sintió vergüenza. Se supone que debería estar triste, y ella no, estaba muy contenta, sabía que hacía lo correcto. Todo se lo decía.
Fue a despedirse de la tía Remedios. Cuando abrió su bolso para entregarle las llaves de la casa, encontró la credencial de elector de la señora que le compró cigarros, de Sofía, se la entregó a su tía, no vaya a ser que regrese otra vez Kino, y fuera al puesto a buscarla.
- Sí, es de la señora que fue a comprarme cigarros, después de la tormenta del sábado- Le explicó a su tía Remedios.
- ¿Qué raro que anduviera alguien después de la tormenta?
- Se veía muy nerviosa. Iba buscando a un señor que también acababa de pasar muy apurado.
- ¡Jesús bendito! –exclamó la tía preocupada- No vayan a tener algo que ver con el muertito.
- Si ni lo han encontrado, tía.
- Pero todo el poblado vio ese cuerpo flotando.
- Ya lo anda buscando la policía en lanchas, y nada.
De repente escucharon la voz de Doña Juana, que venía apresurada a buscar a la tía Remedios.
- ¡Cristo Jesús! ¡Dicen que ya lo encontraron!
- ¡A el muerto! - Le dijo asustada la tía Remedios.
- Todavía no se sabe, porque apenas viene la lancha. – Y mirando las maletas de Matilda.- Y tú, ¿A dónde vas?
- Voy para la ciudad a ver que hallo.
- Puro calor, mi reina, puro calor. -Le dijo Doña Juana
Muchas veces, Matilda, había hecho el viaje de Bahía Kino a Hermosillo. Que si algún negocio, que si a llevar a su má al doctor. Pero ahora era diferente. El recorrido que hizo por la carretera era diferente. Más lento. A lo mejor estando en Hermosillo, pronto querría irse a otra ciudad.
- Señorita, ¿se le ofrece algo? –Era la mesera del bar.
- Sí, vengo por lo del anunció del periódico.
- Espéreme tantito.
La mesera se fue rumbo a la barra. La muchacha traía un delantal que decía, “Bar: El Aguijón”. Se acercó a un señor, le dijo algo y luego regreso.
- Dice, Don Efraín, que ahorita viene, que lo espere tantito, ¿cómo te llamas?
- Matilda Esquer.
La mesera queriéndole dar confianza la invitó a sentarse para que esperara.
- Aquí pagan poco, pero los clientes luego nos dejan buenas propinas.
El lugar no era muy grande, tal vez unos doce metros. Le llamó la atención que en las paredes había fotos de estrellas de cine. Qué chistoso, de la María Félix, hasta de la Talía. Alguien se acerco a la rocola y la echo a andar. “Tristes lloran mis cansados parpados, al mirar que se apago la lámpara”, decía la canción. Matilda se la sabía, era la que había cantado en la escuela cuando ganó la bolsa de dulces.
Se le habían hinchado los pies, tal vez por el calor. En Kino también hacia calor, pero en la ciudad se sentía más duro, tal vez por tanto cemento. Frente a ella estaba un hombre flaco y ya viejón.
- Dígame ¿qué se le ofrece?
- Vengo por lo del trabajo.
- ¿Tiene experiencia?
- Nunca he trabajado en un bar, pero en Kino le trabajaba a una señora en un puesto de mariscos.
- ¿Así qué no eres de Hermosillo?
Matilda se dio cuenta que como que eso no le había gustado al hombre, y quiso se un poco más simpática, necesitaba el trabajo.
- Pues sí, y no. Muchas veces había venido a Hermosillo, pero nunca me había quedado, pero ahora sí. Su lugar es muy bonito, tiene fotos de muchos artistas.
- ¿Te gustan los artistas? –Preguntó irónico.
- Sí, mucho. De chamaca yo quise ser cantante.
- Pues sí, yo de chamaco quise ser bombero.
Rieron. Efraín se dio cuenta que Matilda era muy inocentona.
- A qué chamaca, aquí vas a conocer a muchas artistas. Todos los viernes y sábados tenemos shows.
- ¿Eso quiere decir qué me da el trabajo?
- Mira chamaca, yo pago setenta y cinco pesos. No me pongas esa cara, ya sé que es poco. Pero si sabes tratar bien a los clientes te va bien.
- ¿Cómo es eso de tratar bien a los clientes? –Preguntó desconfiada.
- No te me aceleres, aquí no contratamos putas. Este es un lugar familiar. Te quiero decir que des un servicio rápido y limpio.
En ese momento entraron el conjunto de música norteña, los taca taca, y uno de ellos se acerco a Don Efraín.
- ¡Qué paso, señor!, ¿Nos va a dar chanza de tocar?
- No más no molesten mucho a los clientes – Y dirigiéndose a uno de ellos.- Y tú, Javi, no andes ofreciendo pendejadas.
- ¿Y usted, de dónde sacó eso? –Le contestó el músico, nervioso.
- El otro día un cliente me preguntó por ti, si le habías traído el encargo-
- Era carne machaca.- Le dijo, evasivo.
- Carne machaca, tu chingada madre.
Los músicos rieron y uno de ellos, el más joven dijo:
- ¡Qué va a pensar la señorita, Don Efraín!
Don Efraín ya molesto les dijo:
- ¡Órale, pues, a lo que vinieron!
Los músicos se alejaron, y empezaron a ir entre las mesas.
- ¿Cómo me dijiste que te llamabas, chamaca?
- Matilda, Matilda Esquer.
En ese momento los taca taca, empezaron a tocar, con gran barullo, el tololoche chicoteado. Don Efraín levantó la voz.
- Mira, Matilda, vas a estar a prueba, ¿Te interesa, o no?
Matilda casi gritando le dice:
- Pues sí, a ver que pasa.

sábado, 9 de mayo de 2009

LA NOCHE DE MATILDA ESQUER (Novela en construcción)

CAPÍTULO III
“Y recuerden amables radio escuchas, si mañana no tiene necesidad de salir, no salga, se pronostica la llegada del huracán Ulises a las costas de Bahía Kino. Con este recordatorio me despido de nuestra primera emisión de noticias. Soy Cecilia Maldonado. Hasta la próxima y mucha suerte.”
Cecilia se quito los audífonos, se le quedo mirando al chico de la consola de transmisión. Éste le dijo que ya estaban fuera. Cecilia le dio las gracias. Al menos ya había terminado la primera jornada. Esa mañana ni siquiera le había alcanzado el tiempo para tomarse su licuado dietético. De ahí salir casi corriendo para el salón de belleza. Tenía que estar muy presentable para las cámaras del noticiero televisivo del mediodía. Estaba recogiendo sus cosas cuando entro Manuel.
- Manuelito, te encargo que antes de que yo entre a la cabina, le eches desodorante. Ramón siempre la deja llena de olor a cigarro.
- No se preocupe, licenciada. Ya se lo he dicho, pero no hace caso.
- Pues repórtelo.
Manuel no le contestó. No quiere problemas con Ramón Loaiza, capaz y le inventa algo y lo corren a él.
- Si usted no lo reporta, lo reporto yo. Tiene que respetar las reglas de la empresa.
Le contesta Manuel, sin mirarla.
- Le prometo que ya no se me olvida lo del desodorante.
- No me tenga miedo, Manuel. En el noticiero parece que como lumbre, pero eso le gusta a la gente. Oírme decir lo que a ellos les gustaría decirles a esos políticos corruptos, y esos delincuentes que no tienen ni un poco de conciencia social…
Mientras ella dice todo su discurso, de periodista comprometida con la sociedad, Manuel sólo la mira atento. Para él, Cecilia, era la locutora de noticias más fregona de todas, además de guapa, tenía unos ojos verdes, que aunque no quisiera Manuel, siempre le llamaba la atención. Aunque sentía él que en esa mirada había algo que no checaba, algo así, como tristeza de mujer mal cogida. A lo mejor porque ya no era una jovencita, sino una cuarentona muy bien conservada.
- Manuelito, ¿qué no me esta escuchando? Cómo quién dice, se fue, se fue, como pelota de beis ball.
- Disculpe, licenciada, es que a veces me atonto; yo creo que porque no duermo bien.
- Ha de ser el stress. Debería irse de vacaciones un rato.
- No, si es cuando me pagan mejor, cuando me quedo en mis vacaciones. A lo mejor este fin de semana.
- Al menos que quiera que lo coja el huracán, pues vaya. ¿Ya me sacaste el carro del estacionamiento?
- Sí, esta frente a la puerta principal, licenciada.
- Gracias, Manuelito, en la quincena le doy sus propinas. Mire, ya se me hizo tarde por estar platicando. Hasta el lunes, Manuelito.
Ella salió apresurada, él no pudo evitar quedársele viendo las nalgas, eran tan bien formadas, y se le notaban tanto en el pantalón de mezclilla que traía, que se le antojaba meterle mano. Claro, no más se le antojaba y ya.
En eso entró Samuel García, el locutor del programa que seguía de transmitir. Se notaba molesto.
- ¡Mondriga vieja, ya me dejó la cabina llena de ese perfume con el que me duele la cabeza!
- ¿Quiere que le traiga su café?
- ¡Por supuesto!
Mientras, Manuel iba caminando por el pasillo de la estación de radio para traerle el café a Samuel, se quedo pensando: ¡Qué chingón era este señor, que a los cincuenta años se volvió locutor, y todo porque se sabe cotorrear a la gente! Él ni sentido del humor tiene. Creo que, Samuel García, ni la secundaria termino. En cambio él sí. Tanta gente que ha podido progresar, así, sin tanto estudio, en cambio él no ha pasado de ser asistente de limpieza de la radio. Eso sí, ya tenía diez años trabajando ahí, y nunca había llegado tarde, y eso que entraba a las seis de la mañana. Siempre tenía muy limpias las oficinas, y nunca se había perdido nada en su horario. Todos le decían Manuelito. Sí, Manuelito a los cuarenta y dos años; ya era para que le dijeran Don Manuel, como al que cuida los carros, a él ya le dicen Don, y apenas tiene un año trabajando en la radio. Claro, esta más canuzco y gordo que él, por eso se impone.
Ya no quería ser “Manuelito”, estaba harto, así como estaba harto de la vida. Siempre ha fracasado en todo lo que se propone. Primero quiso poner una tiendita en su casa, con el dinero que le dio su papá cuando se caso, y la primera semana le entraron a robar, y ya no tuvo dinero para volver a surtir. Luego quiso meterse a trabajar a la planta Ford, de obrero, y tampoco pudo porque tenía un poco desviada una vértebra de la columna, y no iba a poder con el trabajo; y para cuando se le ocurre casarse, pues tenía que tener algo de trabajo, y entró al restauran San Marqués, pero hubo adentro una balacera de narcos, dizque que por ajuste de cuentas, cerraron el restauran, pero suerte tuvo que no lo mataron. Luego duro como medio año sin trabajo, hasta que encontró éste de la radio. Por eso no quiere tener problemas, esta muy duro conseguir chamba. Pero ya estaba cansado de ser un “Manuelito”, quería ser un Don, pero un Don de verdad, no un Don nadie. Algo tenía que hacer con su vida, y con la cabrona de Sofía, que ya lo estaba volviendo loco. Estaba hasta la madre de esa mujer. Si pudiera la mataría, y se casaría con una mujer de verdad, sí, con una como Cecilia Maldonado.

- ¡Tú estas loco, o qué te pasa! ¿Qué no oíste en las noticias lo del huracán?
Le decía molesta, Sofía, a Manuel, mientras éste buscaba un short entre la ropa revuelta del ropero.
- ¿Cuál huracán? Exageran en las noticias. Mañana vamos a Kino.
- Iras tú, porque yo no. Además, no tengo traje de baño.
- Pues ponte un short y una camiseta.
- ¿Y tú, qué te vas a poner?
- No sé.
- ¿Cómo que no sabes? –Le preguntó más molesta Sofía a Manuel.
- ¡Un short! ¡Algo encontrare!
- Te vas a poner ese maldito short del Pato Lucas, que me cae tan gordo.
- A mi me gusta, me lo regalo mi mamá.
- A mí no me gusta la playa, porque me quemo.
- ¿No dices que va a llover? –Dijo burlándose, Manuel.
- Ya vez, me das la razón. ¡No vamos!
Manuel la tomó del brazo con brusquedad.
- ¡Vamos, porque vamos!
- ¡Algo raro te traes tú!
- Quiero descansar, ver el mar, la playa. ¡Qué tiene de malo!
- Quieres darme la contra, es lo que quieres. Bien claro dijeron que mañana nadie vaya a Bahía Kino.
- Pues, yo sí, y tú también.
- Por qué no vamos mejor a San Pedro, asamos carne, y nos tomamos unas cervezas.- Le dijo Sofía, en tono reconciliador.
- ¡Busca el colchón inflable!
- Ese esta mas agujerado que un costal viejo.
- Pues algo, porque eres tan chillona, que luego no te vas a querer meter al mar.
- ¡A qué madre! ¡No sé nadar!
- ¡Eres una inútil!
- Y tú no ¿eh? No más te voy a hacer caso porque sé que no vamos a ir. Siempre dices lo mismo: Este fin de semana si vamos de paseo. Y luego nada, ¿sabes por qué? Porque eres un codiche.
- ¡No soy codiche! Lo que pasa, es que no alcanza.
- Si ya te decidieras a buscarte un buen trabajo, no estuviéramos así.
- ¿En dónde? ¿En dónde esta ese buen trabajo?
- Sal, busca. No te conformes con una escoba y un trapo para sacudir oficinas.
Manuel la toma de los hombros y la avienta contra la cama.
- ¡Muy hombrecito, no! Para otra cosa deberías de serlo.
Él tomó el control de la televisión, la encendió y no le volvió a hablar a Sofía.

lunes, 4 de mayo de 2009

XII

Silencio blanco,
mimética ausencia
de un laico loar,
planeo de albatros;
vuelo e ideal.

XV

…y la cuerda
de tres hilos
no es fácil de romper;
guarda esa navaja,
vete de una vez.

V

Sombra volátil
de gesto inquieto,
cimbrar de orquídeas,
rumor insomne
de mi deseo.

XIV

Suspendidos sobre un cable,
ocho pájaros gitanos
de lustrosas alas obscuras,
esperan levantar vuelo
al palmeo de su Dios.

Y te miro por una grieta del muro de granito...

Y te miro por una grieta del muro de granito. Te alejas, te acercas. A veces no te alcanzo a ver, aunque sé que ahí estas. Mira, ahora la grieta es más grande, tú también me puedes ver... si quisieras.

El Minotauro, aterido, miraba lleno de pánico el gran laberinto. No lo podía creer, por fin estaba fuera, era libre. Podía tomar el camino que quisiera. Lo intenta. Primero hacia el norte, luego al sur, al este, al oeste, pero apenas se daba cuenta que ya no veía los muros de su antigua prisión tomaba el camino de regreso.
Todos los días caminaba alrededor de la gran construcción una y otra vez, hasta que llegaba la noche y exhausto caía y se quedaba mirando el movimiento de las constelaciones. Las envidiaba porque ellas recorrían el laberinto del nocturno cielo girando y girando. Así se quedaba quieto hasta que desesperado gritaba pidiendo compasión a los Dioses.
Quería regresar al interior del laberinto. Afuera se sentía perdido, confuso, temeroso. Maldita la hora en que pensó que por fin había vencido al destino al encontrar la salida. Maldito destino vicioso, mentiroso, blasfemo; prometes el gozo para luego vomitarnos en la cara los excrementos de tus tripas.
Al amanecer el Minotauro se azotaba contra los muros. Quería abrir una entrada, pero no podía. Sólo lograba que su cuerpo terminara adolorido y cansado. Así transcurrió el tiempo y el Minotauro languidecía.
Hasta que una mañana Pegaso, el caballo con alas, paso sobre el cielo del Minotauro y al ver la triste imagen del antes grandioso y terrible monstruo tuvo compasión de él y bajo.
El Minotauro al ver al caballo con alas le pidió que tuviera piedad de él, que lo ayudara a entrar de nuevo al laberinto o lo matara a golpes de coz.
Pegaso le dijo que eso de regresar a la prisión del laberinto era una locura, que él le enseñaría las delicias del mundo. Si, esas que el minotauro jamás había visto por estar encerrado en su prisión. Conocería por fin los gozos de la libertad. Que montara sobre él y le haría conocer las maravillas de la tierra, los bosques, el mar, las suntuosas ciudades, las exóticas selvas, el meditabundo desierto y lo dejaría en el lugar que el Minotauro eligiera.
Así fue como el Minotauro decidió alejarse del laberinto y junto a Pegaso recorrer todo el mundo posible. Pero el Minotauro no decidía donde quedarse. Hasta que llegaron al reino arcaico de los cantábricos y allí los pobladores eligieron al Minotauro como su Dios y señor, le rindieron honores, le dieron un palacio y riquezas.
Esto hizo que el Minotauro recordara su glorioso pasado cuando era respetado y temido por los jóvenes atenienses y pensó que quizá el reino de los cantábricos era su lugar.
El Minotauro se despidió de Pegaso. Los años transcurrieron pero el Minotauro era infeliz, todas las noches mientras dormía, el Minotauro soñaba con su laberinto, frío, húmedo e inmensamente deseado.
Y así una mañana el Minotauro decidió regresar. Sin avisarle a nadie tomo el camino que su intuición le señalaba.
Cruzo mares, bosques, selvas, suntuosas ciudades, el meditabundo desierto y al pasar los años por fin diviso los muros del laberinto.
Su felicidad fue grandiosa, de seguro ahora que era más viejo y más sabio podría encontrar la entrada al laberinto, pero no, de nuevo estaba fuera mirando esos muros de granito que le impedían el paso.
Entonces decidió no luchar, dejaría que la muerte le cubriera los ojos, ya lo había intentado todo y seguía fuera. Hasta que una tarde Pegaso regreso y encontró al Minotauro moribundo mirando fijamente el muro frente a él.
Pegaso al ver el sufrimiento del Minotauro le pidió a éste que subiera de nuevo a su lomo.
El Minotauro se negó, quería morir dignamente junto al laberinto.
En eso estaban cuando el joven Teseo se acerco a ver tan triste espectáculo.
Al ver el ateniense quién era el que moría junto a los muros del laberinto no pudo reprimir un grito de furia y dolor.
Su enemigo, el Minotauro, el monstruo que le daría gloria inmortal al matarlo dentro del laberinto moría ahí, como cualquier animal del campo.
Como pudo Teseo subió al Minotauro sobre Pegaso y le dio la orden al caballo con alas para que lo dejara dentro del laberinto.
Pegaso obedeció, aunque sabía que dejar al Minotauro dentro del laberinto era exponerlo a la muerte en manos de Teseo. El Minotauro mirándolo suplicante le dijo:

- Por siempre gloriosos los Dioses, que el destino se cumpla, que para eso hemos nacido. Y tú, Pegaso, obedece, no hagas más daño del que ya hiciste.
Pegaso comprendió e inmediatamente remonto a las alturas. El Minotauro todavía alcanzó a ver el esplendor del grandioso dibujo que señalaban los intrincados pasillos de su laberinto, era tan hermoso y magnifico que no lo podía creer y murió mirando la maravilla. Pegaso al sentir la muerte del Minotauro bajo de inmediato al laberinto y dejó ahí el cuerpo inerte, para que lo encontrara Teseo, y la leyenda de la lucha del joven guerrero y el Minotauro pasara como un hecho a la eternidad. Ese era el mejor homenaje que podía hacer Pegaso a su triste y melancólico amigo. Sí, que los mortales lo recordaran terrible y feroz luchando en su laberinto.
Pegaso remonto el vuelo y no pudo evitar mirar de nuevo el laberinto y pensó:

- Ese laberinto es lo más horrible que he visto. Frío, húmedo, mal oliente, oscuro, pero en algo tenía razón el Minotauro: Cada quién tiene su propio laberinto, y no hay peor castigo de los Dioses que alejarte de él.

sábado, 2 de mayo de 2009

LA NOCHE DE MATILDA ESQUER. Capítulo 1 (Novela en construcción)

El mar embravecido se llevó la muñeca inflable. Él miró como, poco a poco, se alejaba el monigote entre las olas. Ni siquiera se daba cuenta que la tormenta arreciaba. Sofía le gritaba desde el pick up que se subiera, que dejara a la muñeca en paz, que ya compraría otra.
Manuel no podía apartar la mirada, pero tampoco resistía los gritos histéricos de su mujer. No lo pensó más, dio la media vuelta y echo a correr rumbo al pick up.
- Te dije desde temprano que iba a llover, pero como siempre, no me haces caso.
Él prendió la cassetera, tenía puesto los éxitos de Ramón Ayala. Odiaba a esos cantantes, pero a su compadre Antonio le gustaban mucho. No sabía porque chingados se le ocurrió ir a Bahía Kino. Por qué no le hizo caso al noticiero.
Trato de echar a andar el carro, pero nada. Cómo era posible que prendiera la cassetera, pero el carro no. De pronto recordó que el marcador de gasolina se había descompuesto.
- ¿Sofía, le echaste gasolina?
Ella no le respondió. Tenía la boca llena de sándwich de carne endiablada. Siempre le valía madre hablar con la boca llena, pero ahora que debía hablar se hacía la educada. No preguntó por segunda vez. Le subió el volumen a la cassetera. Abrió una coca cola de dos litros y empezó a tomarla. Sofía se soltó riendo viendo a Manuel tomarse la soda.
- ¡Ya no estés jodiendo! ¡Trágate la bolsa de sándwiches, pero no estés chingando!
Ella lo miró molesta. Y pensó que era la última vez que salía sola con Manuel. Era un pendejo que ni siquiera sabia esconder bien la cerveza de los policías en los retenes. Ni siquiera tenían hijos para tomarlos de pretexto para seguir juntos. A ella le hubiera gustado tener niños, pero tampoco le hizo mucho la lucha, nunca fue con el ginecólogo. Le molestaba que la tentonearan. Cuando a veces se hacia el papanicolao, era muy molesto ese artefacto frío que le tocaba su vagina. Y con el paso de los años encontró muy cómodo su matrimonio sin hijos. Alguna vez pensó en adoptar, sobre todo cuando su suegra empezaba a molestarla.
Manuel, repentinamente, soltó un escandaloso eructo, y la sacó de sus pensamientos.
- Abre un poco la ventana, no quiero estar oliendo la peste de tu hocico.
Él la miró indiferente, y siguió tomando su refresco. Once años con él y no habían pasado de casa de infonavit y carro chueco. Ni siquiera de indocumentado se había querido ir el desgraciado. Le hacen falta huevos, pensaba ella, mientras trataba de dormirse en el resorteado asiento del pick up destartalado.
Manuel miraba las piernas de Sofía. Siempre pensó que su mujer le gustaba mucho. Ahora que veía esas piernas llenas de varices no pensaba igual. Él no entendió nunca para que se casa la gente, y más que todo, para qué se caso él. Casi lo hizo por imitación, todos sus amigos del barrio se empezaron a casar o rejuntar, y él era de los pocos desbalagados. Si, no cabe duda, se caso porque todos se casan, esa era la conclusión a la que llegó. No se caso por calentura, ya que casi desde que conoció a Sofía empezaron a coger; menos porque estaba enamorado. Manuel siempre ha pensado que eso del amor es cosa de telenovelas y canciones cursis. Y tampoco fue por eso de formar una familia con hijos, pues él nunca ha ganado lo suficiente, por eso le daba las gracias al cielo de que Sofía no encargara chamacos. Si, definitivamente, se caso porque tenía que casarse.
La lluvia empezó a calmarse. El casset ya se había acabado. Sofía roncaba a un lado de él. Manuel se bajo del carro y buscó el galón donde llevaba siempre gasolina extra. No lo encontró.
- ¡Sofía, Sofía! ¿Dónde esta el galón de la gasolina? Le preguntaba a su mujer mientras intentaba despertarla.
Sofía medio abrió los ojos, y volteándose hacia el otro lado, le recordó que la última vez se lo había prestado al Juanillo.
Era verdad, hace como un mes. Ya se le había olvidado. Estaba harto que siempre se andaba creyendo de los demás. Vació la botella de coca cola, se bajo del pick-up y echó a andar en busca de la gasolinera. La tormenta había cesado, y él sólo pensaba en la muñeca inflable que flotaba en alta mar.

VI

Mordaz centella,
descarga oscura
de fuerza inútil
sobre este cuerpo
de entero espejo.